En los últimos años, la inteligencia artificial ha sido desarrollada a una velocidad inusitada. El usuario típico, hace algunos años, tenía que enfrentarse a la quizás algo torpe respuesta de un bot programado para ofrecer servicio al cliente en alguna tienda de retail. No mucho después apareció Chatgpt, la cual mostraba un nivel conversacional casi humano, rápidamente volviéndose capaz de ofrecer respuestas muy complejas y extensas a las preguntas del usuario e, incluso, capaz de escribir un ensayo sobre el tema que se le solicitara. También aparecieron las IA de texto a imagen: softwares como Dall-E, se volvieron capaces de producir cualquier imagen a partir de la descripción dada por el usuario, incluso en diferentes estilos artísticos. Muchos experimentos tremendamente convincentes de la capacidad de estas IA aparecieron en redes sociales.
También aparecieron las IA de texto a video: de forma similar a las anteriores, estos programas crean un video a partir de la descripción del usuario. Los videos creados por estas IA eran sumamente rudimentarios, con un aspecto caricaturesco y caótico. Es muy famoso, por ejemplo, un video generado de Will Smith comiendo fideos, en los que ocurren transiciones y movimientos imposibles, proporciones físicas inadecuadas y casi deformes que parecen sacadas de una ensoñación febril.
Sin embargo, tan solo hace algunas semanas las IA de generación de texto a video dieron un salto cuántico. OpenAI lanzó el software Sora, capaz de generar texto a video, con un máximo de un minuto de duración. Sin embargo, a diferencia de los videos caricaturescos de Will Smith, esta IA es capaz de generar videos tremendamente realistas y cinematográficos, incluso videos históricos, es decir, ambientados en otras épocas. Las redes sociales explotaron y comenzaron a aparecer diversos ejemplos de videos generados por IA. Incluso, muchos usuarios empezaron a retar a los cibernautas a identificar si un video era real o generado por IA. El resultado fue sorprendente, puesto que los usuarios ya no eran capaces de identificar fehacientemente si un video era real o no. En suma, los videos generados por IA tienen la capacidad para ser idénticos a una grabación real, al menos para el ojo humano.
Esto supone cambios inusitados en RRSS y quizás en la sociedad en general. Usualmente, un video es evidencia indudable de que algo sucedió o no. Si alguien es acusado de un robo, por ejemplo, un video puede comprobarlo. Pero, en un mundo donde es posible generar cualquier video, esto ya no es posible, dado que casi cualquier persona es capaz de crear deepfakes. Puedo acusar falsamente a alguien y generar un video comprobatorio. Puedo generar un video falso de un político diciendo cosas que ponen en peligro la seguridad civil. Puedo generar un video con un desastre natural falso. O incluso una historia conmovedora falsa. Las posibilidades son infinitas. Esto implica que los videos dejen de ser un reflejo confiable de la realidad.
Las posibilidades para la manipulación política y social a partir de estas IA son preocupantes. También sus posibilidades positivas, para difusión de ideas científicas o el uso creativo son prometedoras. Pero, el hecho ya está asentado, muchos videos de RRSS ya no son la captura en cámara de una realidad vivida en primera persona. Aunque hay un posible faro en esto, como antídoto a la alienación que producen algunos dispositivos tecnológicos. A saber, si ya no es posible confiar en los videos, quizás no queda otra que estar presente en primera persona y presenciar directamente la realidad con los propios ojos. Es decir, quizás esto nos obligue a apartar los ojos de las pantallas y posarlos nuevamente en el mundo y en la mirada de otro ser humano.
Fuentes:
https://escalatorlabs.medium.com/diving-deep-into-sora-openais-text-to-video-revolution-933f01fca34d
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