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Opinión

Terapia génica en el embriones humanos: controversias y su necesaria regulación

25 de enero de 2022

Con el nacimiento de Louise Brown en 1978, la primera niña nacida a partir de la fecundación in vitro, se abrió una nueva y gran posibilidad, no falta de cuestionamiento técnicos y bioéticos, de que parejas infértiles pudiesen lograr el tan anhelado hijo biológico. El procedimiento de fecundación y desarrollo temprano, que hasta esa fecha solo se lograba al interior del cuerpo de la mujer, desde esa fecha se puede realizar como un procedimiento médico de rutina. Esta tecnología, permitió que en el año 1990 Alan Handyside y colaboradores desarrollaran una técnica llamada Diagnóstico Genético Pre-implantacional (PDG) que consiste en estudiar la secuencia de ciertas partes del genoma y de esta manera conocer si el embrión tiene o no determinadas mutaciones. Esta técnica se aplica a las parejas en que ambos son heterocigotos (portadores no enfermos) para un cierto gen, por lo que su hijo podría ser homocigoto y padecer esta enfermedad. Es así como, esta tecnología permite “escoger” para la implantación solo aquellos embriones que no porten genes letales y descartando el resto. Sin embargo, para el caso en que ambos padres sean homocigotos de un gen mutado, la totalidad de los embriones disponibles podrían desarrollar esa patología en particular, por lo que la PDG no soluciona este problema. En este sentido, por muchos años la comunidad científica y médica ha buscado estrategias que eventualmente permitiesen revertir estas mutaciones y realizar una “terapia génica” en el embrión preimplantacional, para revertir mutaciones que conlleven a enfermedades incapacitantes o mortales.

En el año 1952 se publica la estructura molecular del ADN (ácido desoxirribonucleico), que es la base biológica de los genes, es decir es como una biblioteca donde se guarda y se transmite toda información para formar un ser humano. El ADN, es un polímero, es decir una cadena, escrita en un código de solo cuatro letras (G, C, A, T), donde el cambio en la secuencia, orden, o incluso la alteración de una sola de estas letras, produce mutaciones, las cuales se pueden ser letales o altamente invalidantes tales como la fibrosis quística o la anemia falciforme. Pero así mismo, las mutaciones son la base biológica de la evolución, el cambio que permite la adaptación de los seres vivos al ambiente, y que ha llevado hasta la formación de nuestra especie, el homo sapiens.

Veintisiete años después de su descubrimiento, El 11 de noviembre de 1977, las Naciones Unidas formulan la Declaración Universal del Genoma y los Derechos Humanos el que, en su artículo número uno, señala “El genoma humano es la base de la unidad fundamental de todos los miembros de la familia humana y del reconocimiento de su dignidad y diversidad intrínsecas. En sentido simbólico, el genoma humano es el patrimonio de la humanidad”1. Esta declaración se realizó considerando que, ya en esa época, se había avanzado considerablemente en lo que hoy en día se conoce como “ingeniería genética”, que es un conjunto de tecnologías que permiten la manipulación del ADN, y que ha llevado al descubrimiento de numerosos avances en la biomedicina, agricultura, entre otras. Pero que, por lo mismo, la Declaración de la Unesco pone un toque de precaución a que esta tecnología debiese utilizarse con sabiduría y precaución en lo que respecta al ser humano.

En el año 2020 se le otorgó el Premio Nobel en Química a Jennifer Doudna junto a Emmanuel Charpentier), por el descubrimiento y desarrollo de una herramienta que puede editar el genoma, es decir cambiar cualquier segmento, o incluso una sola letra, en el ADN de cualquier ser vivo. Esta tecnología es llamada CRISPR/Cas9 y ha revolucionado el área de la biología molecular debido a que, a diferencia de lo que se conocía, es fácil de realizar, barata, y no requiere gran tecnología para implementarla. Estas son las razones por las cuales hoy en día algunos vislumbran un futuro glorioso para la terapia génica, en el que, se podrán enmendar secuencia alteradas en el genoma y de esta manera sanar a pacientes con enfermedades genéticas de nacimiento o adquiridas. Estas expectativas han suscitados diversas opiniones sobre todo en lo que realmente significa el concepto salud y terapia.

Una de las principales controversias surge a partir de la nueva posibilidad que se les abre a las parejas que buscan tener un hijo biológico usando la tecnología de reproducción asistida. La modificación del genoma (edición genética) se podría usar en el embrión humano preimplantacional para corregir mutaciones detectadas por la PDG, y así no se descartarían embriones, y el niño que nazca producto de esta intervención tendrá un genoma normal y no padecerá de la enfermedad en cuestión. Pese a lo atractiva que aparece esta nueva solución, no ha estado lejos de que tenga un gran número de detractores. Es más, hace cuatro años un importante número de connotados investigadores, incluyendo a las mismas inventoras de esta tecnología firmaron una moratoria para impedir su uso en embriones humanos. ¿De adonde viene esta controversia?

En primer lugar, hoy en día esta tecnología está aún “en pañales” y diversos experimentos muestran que además de los cambios deseados, ocurren otras mutaciones y alteraciones en el genoma que no se esperaban. Debido a este escollo tecnológico es que muchos científicos subscribieron a la moratoria señalada anteriormente, esperando que, luego de investigaciones en otros modelos biológicos, se pueda contar con una herramienta segura y reproducible. Pero este problema sería solo un escollo tecnológico, que con el tiempo y mucha investigación se podría subsanar y entregar una nueva herramienta a la medicina.

En segundo lugar, hay un consenso de la importancia de esta tecnología para editar el genoma en enfermedades genéticas (como la beta- thalasemia o la fibrosi quística) , las que han sido uno de los primeros objetivos y que ya hay varios ensayos clínicos aprobados por la FDA en estados Unidos, para realizarlas en niños o adultos. El conflicto del uso de la edición génica que se realiza en el embrión preimplantacional, se basa en que esta modificación será transmitida a toda la descendencia de este individuo debido a que como se modifica el genoma en etapas muy tempranas, este cambio también se vería reflejado en las células germinales (ovocitos y espermatozoides). Esto a diferencia con los procedimientos que se realizan en niño o adultos en que solo se modifican las células somáticas (aquellas que no se encuentran presentes en los ovarios o testículos).  Diversos autores han planteado sus preocupaciones debido a que no sabemos cuáles podrían ser las consecuencias de este cambio en las futuras generaciones, debido a la intervención humana en nuestra propia evolución. Otros plantean que sería un acto de beneficencia dado que se vería favorecido no solo el individuo cuyo genoma se modificó sino que toda su descendencia, y que eventualmente podríamos erradicar ciertas enfermedades genéticas. Es más, según la corriente de pensamiento transhumanista, la aplicación de la edición del genoma en el embrión humano sería un imperativo moral para su mejoramiento en su dimensión física y mental.

En tercer lugar, como ya mencionó Potter en su libro “Bioética. Un puente hacia el futuro”, un conocimiento peligroso es aquel que, aunque fue desarrollado con un objetivo de beneficencia y de ayuda a la humanidad, pero que eventualmente esta misma tecnología podría usarse con otros fines no previstos, o incluso en contra de la misma humanidad. Pensamos que la fecundación in vitro unida junto con la edición génica podría considerarse como un conocimiento peligroso. Esto se basa que, si bien es cierto que hasta ahora todas las propuestas son el de usar esta tecnología (edición génica) para desarrollar procedimientos que permitan corregir mutaciones letales o altamente invalidantes, no se descarta que eventualmente se pueda usar para otros fines. En este sentido se han planteados diversos escenarios donde eventualmente las parejas podrían “escoger” modificar ciertos caracteres genéticos de sus hijos (en el estado preimplantacional) y de esta manera saltarse lo que hoy se denomina la “lotería genética” en que, aunque hay una herencia de ciertos caracteres, eso asegura que estos efectivamente se hereden, y que eventualmente los hijos no cumplan con “las expectativas de sus padres” . Se ha planteado un futuro distópico en que esto se podría transformar en un mercado de diseños de bebes a pedido, probablemente para satisfacer los deseos de los padres. Un caso particular hoy en día es que una pareja de sordomudos en Inglaterra han planteados que, mediante esta técnica quisieran tener un hijo que también fuese sordomudo, ya que para ellos esto no es una enfermedad, sino que un modo de vida. De alguna manera esto hoy también se puede hacer mediante la compra de semen u ovocitos en criobancos humanos. Estas empresas ofrecen muestras de diversos donantes en donde se puede escoger diversas características como el color de la piel, ojos altura y educación. Lo que en el futuro le edición génica podría asegurar es que esa características génica efectivamente se encuentren en el embrión. ¿Tienen los padres la potestad de poder “elegir” las características de sus hijos como su fuese un producto o una inversión a largo plazo?

Recordemos que estamos hablando no de un grupo de células, sino que, de un ser humanos, una persona en estado embrionario. Y la manipulación de la naturaleza del ser humano se hace posible solo a la luz de una reducción de lo existente a «cosa»: una vez que la naturaleza se ha reducido a un mero objeto, es posible, en última instancia, transformarla en un proyecto (Valera, 2013, 2018: 8). De la dominación a la manipulación, el paso es relativamente corto. Dos posiciones, la de la naturalización de la naturaleza humana y su negación parecen antitéticas, cuando en realidad son plenamente convergentes en esencia (Valera, 2013). De ambos lados, por tanto, se propone una modificación y artificialización del ser humano y se lleva a cabo el proyecto de mejorar en él lo que es deficiente.

En esta idea de mejorar indefinidamente al ser humano –una vez, de hecho, que modificamos al ser humano en su identidad genética, ¿por qué no deberíamos mejorarlo?– perjudica completamente la vulnerabilidad humana, más encima de un ser totalmente incapaz de defenderse como el embrión. En esta perspectiva, ¿Que obligación moral debiésemos tener ante esta persona en estado embrionario? ¿Cómo la medicina lo debiese tratar? Debemos recordar que cada ser humano es único, irrepetible y que no debe ser usado como un medio para satisfacer las necesidades o caprichos de otros. No debemos olvidar que, desde el punto de vista biológico, este embrión en perteneciente a la especie de homo sapiens, y como tal su genoma debiese ser respetado, de acuerdo a la declaración de la UNESCO. Esto no quiere decir que el genoma humano no pueda eventualmente cambiar en el futuro o que no haya pequeñas variaciones entre cada uno de nosotros. Lo que si refuerza es que el genoma es un elemento clave para reconocer la dignidad intrínseca y diversidad del ser humano: cambiar el genoma no significa solamente cambiar combinaciones de genes, sino echar las manos sobre la imagen humana misma.

Este año, la Organización Mundial de la Salud emitió un documento que, propone un sistema de gobernanza basado en diversos valores y actitudes tales como la transparencia, honestidad, y responsabilidad, y fomenta la investigación de la edición génica en humanos, antes de su aplicación en la clínica, por lo que solo se enfoca en la parte de eficiencia y seguridad de la técnica.

 

No debemos olvidar que las parejas que desean concebir un hijo biológico son una población en situación de vulnerabilidad ya que son personas o grupos que pueden tener una mayor probabilidad de ser perjudicados o de sufrir daños adicionales en la investigación. Además son poblaciones  especiales ya que con características fisiológicas que justifican su consideración por separado en la investigación clínica, como niños, mujeres embarazadas y ancianos. Estas características hacen que deben tener un trato especial en cuanto a los procedimientos médicos que reciben, y estas dos características también se transfieren al embrión que se concibe producto de las técnicas de fecundación asistida. Sin embargo, peso a las recomendaciones de la OMS y otros organismos internacionales, estas parejas, junto con el embrión humano, están desprotegidas en Chile ya que no existen leyes que regulen específicamente estos procedimientos, por lo que no se regula que hubiese un emprendimiento comercial no asistencial y que juegue con el lucro de las familias. Además, hay otros problemas médicos y éticos en relación a los procedimientos particulares en esta área que no caben en las leyes actuales. En nuestro país solo contamos con la Ley 20.120 que en su Art. 10 dice: “No podrá desarrollarse una investigación científica si hay antecedentes que permitan suponer que existe un riesgo de destrucción, muerte o lesión corporal grave y duradera para un ser humano”., y posteriormente en su Art 3: “Prohíbase toda práctica eugenésica.” La falta de regulación expone a un riesgo de generar una explotación de seres humanos en etapa preimplantatoria a beneficio del adelanto tecnológico.

En base a lo planteado es importante considerar que hay que promover el desarrollo de nuevas tecnologías y el avance de las ciencias. En este sentido Chile debiese aumentar su investigación en el área de la manipulación biológica del ser humano y que se le respete su dignidad impidiendo su cosificación. Hay que tener en cuenta que el avance de la ciencia debe estar al servicio del ser humano y no en sentido inverso. La tecnología es una herramienta que hoy en día brinda una excelente calidad de vida a la humanidad, pero esto no puede llevar a deshumanizarnos y sobre todo a no pasar a llevar alas poblaciones vulnerables, como se podría catalogar el embrión de un ser humano. Una arista importante en este problema es la ausencia de la regulación, y así como Chile es líder en la regulación de otras áreas de la biotecnología como lo son los neuroderechos, aquí es imperativo regular manteniendo siempre al ser humano, y su dignidad por sobre otra cosa.

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