Tamaño letra
A A A
Contraste
B N

photo necklacemy name necklaceget name necklacename necklacepersonalized name necklacecustom name necklacecustom necklacepersonalized necklacesnecklace with namename plate necklace

Opinión

Lo inteligente y lo artificial en la inteligencia artificial

16 de agosto de 2024

Entrada en el tema

Es posible que la irrupción de la IA sobre todos los aspectos relacionados con las decisiones humanas termine produciendo un cierto hastío en los lectores. No obstante, no podemos negar que nos hallamos frente a cierto estado de perplejidad respecto de este asunto. Sugeriré entonces algunas propuestas desde la filosofía clásica, especialmente aristotélica y tomasiana, que, espero, puedan constituir un paliativo para este desconcierto. Así entonces, si en algún momento debemos pensar en un aspecto ético para este asunto, es imprescindible tener clara la dimensión ontológica. Vamos entonces a ese punto imprescindible y veamos las diferencias entre lo natural y lo artificial.

El ente (o viviente) natural

Según Aristóteles existe una diferencia inconmensurable entre un artefacto y un ente natural. Para decirlo en términos contemporáneos, digamos que esa distinción depende de la presencia de la iniciativa propia en los entes naturales, que se llaman tales por poseer un principio de acción o desarrollo que les es intrínseco y esencial. Sin temor a distorsionar la idea aristotélica, digamos que la “naturaleza”, como principio de acción en el viviente donde reside, es la misma esencia de ese viviente, pero considerada desde un punto de vista dinámico. Los entes naturales (o seres vivientes) son semovientes, o “automóviles”, por decirlo de una manera provocativa. Lo que nosotros llamamos un “automóvil”, pues, no lo es. Para que su “esencia” se ponga en movimiento necesita de, por lo menos, un agente externo: el conductor que lo pone en marcha. Una bacteria, en cambio, no necesita de ningún agente externo para reproducirse, alimentarse, crecer, e incluso morir, por ejemplo. Basta con que disponga del entorno apropiado y ella sola se encarga del resto. El lenguaje, que no es ingenuo, lo expresa claramente: un ente natural se engendra, o nace; un artefacto en cambio se diseña y se fabrica. Un ente natural se enferma o muere; un artefacto se rompe o destruye.

Esto nos conduce rápidamente a un asunto de nomenclaturas. Propongo hablar, como los clásicos, de “mente” o “intelecto”, en vez de “inteligencia”, para referirnos a la capacidad esencial del viviente humano. Lo que nos dice Santo Tomás de Aquino es que la mente es lo que explica la organización misma del cuerpo humano. En términos más técnicos, el Aquinate escribe que “la mente es la forma del cuerpo”, es decir, ella opera a la manera de la causa esencial del cuerpo humano. Éste no sería lo que es si no preexistiera ese complejo principio organizacional que comienza a operar desde el momento mismo de la unión de los gametos. Y sin ánimo de complicar las cosas, recordemos que para Tomás de Aquino, y lo dice explícitamente, la mente o intelecto también puede ser llamado “alma humana”, o “alma intelectual”. La más elevada actividad del alma intelectual, mente o alma humana, es el conocimiento -hasta donde se puede en esta vida- de Dios, el cual engendra a su vez el amor por ese objeto conocido “y una gran alegría” (Santo Tomás dixit). Dicho sea esto con las debidas licencias por llamar a Dios un “objeto”.

El artefacto y lo artificial

Aristóteles, como es obvio, no emplea la expresión IA. Y de haberla conocido probablemente hubiera rechazado semejante nomenclatura porque, como bien señala el Prof. Alfredo Marcos de la Universidad de Valladolid, lo que la inteligencia artificial tiene de inteligencia no es artificial, y lo que tiene de artificial no es inteligencia. Dicho sea de paso, el Prof. Marcos, y muchos otros con él, prefiere hablar de CoDe (Control Delegado).

Un artefacto, estrictamente hablando, no posee “naturaleza”, y por lo tanto, jamás tomará la iniciativa. El ChatGPT, por ejemplo, es un artefacto o artificio que jamás preguntará nada porque preguntar algo es una iniciativa. ChatGPT responde, no pregunta. Son entes incapaces de hacer algo por sí mismos. No sólo hay que proporcionarles el entorno apropiado, sino incluso la misma dinámica de funcionamiento, o sea, los famosos algoritmos; hay que darles todo para que funcionen. Un ente natural no “funciona”. Sé muy bien que por analogía podemos intercambiar esos verbos, pero stricto sensu, no.

Por otra parte, el algoritmo, por más desarrollado que esté, es producido por una mente humana creadora de determinados procesos. Pero esos procesos son incapaces de prever respuestas a todas las situaciones imprevistas, como no sea cambiando el algoritmo…que a su vez será incapaz de prever nuevas situaciones imprevistas. A eso se reduce el “machine learning”. El ser vivo en cambio, dispone de una asombrosa dinámica de adaptación a entornos desfavorables. En el caso del viviente humano, su capacidad de respuesta frente a imprevistos es inagotable.

Por último, un androide, por más parecido que sea a un viviente humano, nunca dejará de ser un artefacto, y como tal, carece de alma. Y si no tiene alma, no puede ejecutar las funciones propias de la vida biológica: no se alimenta, no se reproduce y no muere. Desde un plano teológico, un androide tampoco está llamado a la resurrección. Y como no tiene alma, tampoco tiene voluntad. Podemos hablar de “inteligencia artificial”, pero no de “voluntad artificial”.

Conclusión breve

La iniciativa entonces es de los entes naturales, no de los artefactos o artificios. Podemos tener una casa “inteligente” (asunto de la domótica), un reloj inteligente (ignoro si se habla de la cronomótica), o un vehículo “inteligente” -no un “automóvil”- (¿objeto de la automótica?) pero no decimos que una casa, un reloj o un vehículo tienen propiedades intelectuales. Carecen de la capacidad de amar sus objetos y de la alegría que ese amor produce porque no poseen capacidad volitiva. Creo que con este abordaje ontológico será más claro poder referirnos, en otra ocasión, a los aspectos éticos.

 

Referencias

Aristóteles. Física. Libro II. Traducción, introducción y comentario por Marcelo Boeri. Buenos Aires. Biblos. 1995.

Tomás de Aquino. Suma de Teología. Ia, q. 76, a.1: “Si el principio intelectivo está unido al cuerpo como forma”.

Id. Suma contra los gentiles. Libro 1, cap. 1 (“El oficio del sabio”) y cap. 2 (“Cuál sea la intención del autor en esta obra”), donde se lee: “Entre todos los estudios de los hombres, el de la sabiduría es el más perfecto, sublime, útil y alegre”. En el n. 4 de ese capítulo 2, leemos: “<el estudio de la sabiduría> es el más alegre, porque “no es amargo su trato, ni tediosa su convivencia, sino alegre y feliz (Sap. 8:16).

http://www.fyl.uva.es/~wfilosof/webMarcos/textos/textos2022/Scio_IA.pd

 

Suscríbete

Mantente informado, ya somos muchos no te lo pierdas!