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Opinión

La actitud tras la mirada

20 de septiembre de 2021

Esta columna se enmarca en el primer concurso fotográfico de la Facultad de Medicina UC, “El Buen Samaritano: un corazón que ve”, en el que podrán participar estudiantes de carreras de la salud de cualquier universidad nacional o extranjera.

 

 

Pregúntese… ¿El ser humano es vulnerable? ¿O es la persona la que se siente vulnerable? ¿O tal vez somos nosotros que hacemos sentir vulnerable a los “otros”? Cada una de estas preguntas debería despertar una reflexión profunda, porque nos invitan a entender cuál es nuestra visión de la vida. La mirada, con la que interpretamos lo que nos rodea, genera en nosotros una actitud hacia el otro. Un ejemplo, es la parábola del Buen Samaritano dónde la mirada de los distintos transeúntes genera distintas actitudes, hasta llegar a la compasión. Pero vayamos por partes.

Podemos entender la actitud como una disposición a obrar/actuar. Esta disposición requiere de la capacidad de percibir con atención la realidad del otro, sin proyecciones personales ni estereotipos sociales, que nos puedan confundir e impedir una auténtica percepción. Cuando miramos la realidad del otro, podemos empatizar y decidir si estamos o no dispuestos a pasar a la acción, en el momento que sea necesario y mientras la propia persona nos de permiso para acercarnos. Este acercamiento, en el caso de la compasión tiene la intención de aligerar el sufrimiento del otro. Pero debemos preguntarnos si el sentimiento de tristeza o de conmiseración que nos despierta la vulnerabilidad que percibimos, en el otro, es el reflejo de nuestra propia vulnerabilidad o la falta de valor que le estamos dando a nuestra vida. En este caso, nuestra actitud hacia el prójimo no surge directamente desde el fondo de nuestro corazón, sino de nuestros prejuicios. Deberíamos darnos el tiempo para conocer la realidad del otro, acercándonos con humildad, sin prejuicios, con autenticidad; dejando fluir el amor hacia el prójimo, sin querer mostrar o mostrarnos nada. Siendo conscientes que cada uno de nosotros es vulnerable, física, psíquica, social o trascendentalmente, y que a veces deseamos que la mano o la mirada del otro nos acaricie.

Así que, les invito a acercarse a otras realidades, abrir su corazón sin prejuicios ni proyecciones emocionales, preguntarse y preguntar sobre cómo la persona vive su realidad, cómo la sociedad interfiere y finalmente ponerse a su disposición para, cuando sea necesario, obrar y defender sus derechos.

¡Buen camino transeúnte!

 

Por:

Dra. Myriam Ponsa Masana

Psicóloga y fisioterapeuta
Facultad de Ciencias de la Salud Blanquerna
Universidad Ramón Llull (Barcelona, España)

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