Tecnologías que pueden “leer” nuestra mente, máquinas que pueden reemplazar casi todo lo que hacemos, robots que piensan. No es ciencia ficción, es parte de lo que científicos en todo el mundo investigan y desarrollan con el fin de entender cómo funciona el cerebro humano. Así esperan encontrar remedio a muchas enfermedades o condiciones neurológicas que hoy se consideran incurables.
El tema fue abordado con detalle en el coloquio “¿Es hora de los neuroderechos?”, organizado por las facultades de Medicina y Derecho UC, la Dirección de Investigación UC, el Centro de Innovación Anacleto Angelini y el Congreso Futuro/Senado.
En el encuentro se congregaron especialistas de distintas disciplinas del conocimiento. “Contribuir en la discusión de este tipo de temáticas con efectos relevantes para nuestra sociedad forma parte del compromiso público de la UC. Acogiendo distintas miradas hemos querido analizar cuáles son los instrumentos jurídicos más adecuados para resguardar estos neuroderechos, velando siempre por la dignidad de las personas”, destacó el rector de la UC, Ignacio Sánchez. Se trata, añadió, “de proteger la identidad del ser humano para que esta no se disuelva en miles de datos en la red”.
“Estamos abriendo la tapa del cerebro y estamos empezando a descubrir sus contenidos”, sostuvo el profesor Rafael Yuste, neurocientífico, académico de la Universidad de Columbia e impulsor del proyecto BRAIN.
En su opinión, la velocidad de los avances científicos y tecnológicos hace urgente incluir a los neuroderechos en la Declaración Universal de Derechos Humanos. Yuste plantea cinco nuevos derechos humanos: a la privacidad mental, a la identidad personal, a la libertad de tomar decisiones, al acceso equitativo al aumento de capacidades cognitivas y a la protección contra los sesgos que los algoritmos de inteligencia artificial puedan establecer.
En Chile hay importantes líneas de investigación en interfaces cerebro-computadora que buscan encontrar tratamientos para quienes tienen daño cerebral o enfermedades mentales como la esquizofrenia.
El doctor Sergio Ruiz, de la Facultad de Medicina UC, dijo que sería posible autorregular una parte del cerebro para -por ejemplo, en pacientes obsesivo-compulsivos- desactivar zonas que activan determinados comportamientos. “Con ciertos datos esenciales se puede decodificar el cerebro, el estado emocional de un paciente”, explicó. Legislar sobre los neuroderechos, opina el especialista, podría disminuir la protección de los pacientes que necesitan de estos avances.
El senador Guido Girardi, impulsor de un proyecto de ley sobre neuroderechos y neuroprotección, cree que estas nuevas tecnologías deben ser regulada para fines altruistas, pero “también para proteger la identidad y autonomía del ser humano impidiendo la manipulación de sus sentimientos, recuerdos o insertar odios o pensamientos que no son propios”.
Diego Cosmelli, académico de la Escuela de Psicología UC, preguntó: “Tenemos que proteger la mente, pero ¿debemos hacerlo a través de una neuroprotección?”
Pablo López, académico de Filosofía de la Universidad de Valparaíso, planteó dos preocupaciones: “La primera es la ambigüedad de los términos que se utilizan en la propuesta de ley y la segunda con las acciones específicas que se busca regular”.
Raúl Madrid, académico de la Facultad de Derecho UC, afirmó que la legislación es aconsejable, pero no necesaria porque la Constitución protege actualmente la privacidad de las personas.