Bambi, la película animada de Disney de 1942, tuvo un gran impacto en las audiencias de su época y posteriores, a pesar de que al momento de su estreno tuvo un éxito comercial moderado a causa de la segunda guerra mundial. La película retrata al modo de una fábula dialogada las aventuras un venado recién nacido, Bambi, recorriendo con detalle su infancia temprana junto a sus otros amigos animales. En esta etapa del desarrollo los venados poseen todavía rasgos que, además de delatar la vulnerabilidad de estas criaturas, tienden a suscitar ternura en el público. Este tierno protagonista pasa por duras dificultades y tristezas durante este período, algunos de ellos causados por mano humana, provocando casi inevitablemente la compasión y empatía por parte de la audiencia, además de una autocrítica de la acción humana en la naturaleza.
Quizás por esta razón, Bambi parece haber tenido un impacto más allá del éxito comercial, extendiendo su influencia hacia cuestiones culturales emergentes, como la cuestión ecológica. La preocupación especial por la cuestión ecológica tuvo su apogeo, más o menos, entre finales de los 50 y principio de los 60, con la publicación de libros como Primavera Silenciosa, que retrataba los efectos devastadores de la contaminación por pesticidas para los ecosistemas humanos y no humanos, y The Population Bomb, que predecía una catástrofe a comienzos del siglo XXI por escasez de recursos, a medida que la población mundial crecía desmedidamente.
En un ambiente cultural tal, Bambi y otras películas animadas que muestran el sufrimiento animal de manera humanizada, resuenan profundamente en aquellos que lamentan el deterioro de las regiones naturales y salvajes y despierta una empatía por el sufrimiento de criaturas que usualmente no estaban tan presentes en la vida de las personas comunes. En este sentido, es frecuente que se acredite a Bambi, junto a muchos otros, como un filme que ha fomentado positivamente los esfuerzos por el cuidado de la naturaleza y la conservación de la biodiversidad. Es decir, como filmes que han inspirado al movimiento ambiental.
Sin embargo, también es necesario ver el reverso de la capacidad de Bambi y otras películas que humanizan a los animales para conmover a las audiencias. Demuestran también la existencia de un sesgo que precisamente ha sido llamado el efecto Bambi. Se refiere, en el contexto de los esfuerzos orientados a la conservación y protección ambiental, a una tendencia a valorar y priorizar a los animales considerados tiernos o lindos, en desmedro de aquellos que son menos atractivos. Este sesgo por privilegiar a los animales ‘carismáticos’ puede ser perjudicial, por ejemplo, si se aumentan los esfuerzos por conservar a un animal que tiene un rol menos significativo en un ecosistema que otro menos atractivo.
La mayoría de nosotros dudaría muchísimo a la hora de dañar a un animal tierno, como un gato recién nacido o quizás una mariposa. Pero, parece haber mucho menos duda si el animal es un ratón, una mosca o una araña, incluso podemos comprar en el supermercado diversos productos para deshacernos de ellos. En este sentido, si no se tiene en cuenta el efecto Bambi, la bioconservación se transforma solamente en una conservación animal sesgada por el favoritismo hacia ciertas especies, en vez de concentrarse en los esfuerzos por conservar la integridad general de los ecosistemas naturales. Esto supone tener en cuenta los intereses y el rol de todos los actores relevantes de una comunidad biótica, y no solo de aquellos que despiertan con mayor facilidad nuestra simpatía.
Fuentes:
https://www.cam.ac.uk/news/the-bambi-factor
https://blogs.ntu.edu.sg/hp3203-2021s2-u11/the-bambi-effect/
https://wildlifesos.org/chronological-news/conservation-imbalance-charismatic-megafauna-v-s-the-rest/