Consideraciones éticas de la investigación en neurociencia

El potencial de cambio del nuevo conocimiento en neurociencia puede llegar a ser enorme. Comprender los fundamentos de la ética en la neurociencia, la neuroética, su conexión con la bioética y otras disciplinas de la ciencia moderna, son claves para iluminar su desarrollo futuro.

Sir Francis Bacon escribió en 1597, «El conocimiento es poder» (Ipsa scientia potestas est). Con este conocimiento viene la responsabilidad de prevenir su mal uso y abuso. Este esfuerzo comienza con la cooperación continua e interactiva de la neurociencia con diversas disciplinas, para articular y examinar los supuestos subyacentes a los valores culturales, a la sociedad, y aquellos inherentes a la investigación.

Las diversas implicancias de la neurociencia en la definición de nuestra humanidad, y el impacto y prevalencia de las enfermedades neuropsiquiátricas, han contribuido a posicionar la neurociencia como una prioridad de investigación a nivel global.

Los avances neurocientíficos continuamente revelan nuevos problemas y plantean cuestionamientos éticos. Los temas van desde preocupaciones generales sobre los objetivos y valores sociales o cuestionamientos específicos sobre cómo definir lo que es un resultado deseable en una investigación que interviene el funcionamiento del sistema nervioso, reflejado en el uso cada vez más frecuente por personas sanas, de «drogas inteligentes» para mejorar el desempeño cognitivo; pero también preguntas filosóficas sobre la capacidad de comprender la naturaleza del yo y la identidad, la voluntad, la naturaleza de las emociones, los determinantes del comportamiento humano o la memoria. ¿Somos libres o esclavos de nuestra biología?

La neuroética abarca cuestiones teóricas, empíricas, prácticas y políticas en la intersección de la neurociencia y la bioética. Complementa la neurociencia al proporcionar herramientas robustas para perfeccionar el diseño y la ejecución de la investigación, así como para analizar cómo los hallazgos de la neurociencia impactan la sociedad y podrían transformar las instituciones sociales.

La neuroética, al igual que la bioética, debe entenderse como un colaborador con el que dialoga la investigación, informándose mutuamente, potenciando el avance de la neurociencia al anticipar las implicancias a corto plazo o de largo alcance, a menudo inesperadas, de las nuevas tecnologías. Para la comunidad neurocientífica, la neuroética proporciona una lente crítica para replantear, enmarcar y enfocar las preguntas, y anticipar el impacto potencial de algunos proyectos de investigación.