Investigadores del Max Planck en Dresden, Alemania y de la Universidad de Keio en Tokio, el RIKEN Center for Brain Science de Saitama y el Central Institute for Experimental Animals de Kawasaki en Japón (Heide y cols., Science 369(6503):546-550. Doi: 10.1126/science.abb2401), introdujeron en el embrión de un mono tití, un gen que controla la proliferación de células progenitoras de neuronas (llamado ARHGAP11B, el que sólo se encuentra en humanos), resultando en el aumento del tamaño de su neocorteza y el plegamiento de la superficie cerebral. Se observó tanto el aumento de progenitores de glía como neuronas.
El resultado es especialmente relevante porque la neocorteza (corteza nueva) fue la última parte del cerebro humano que evolucionó. Este aumento de tamaño es un sello distintivo del cerebro humano, por lo que estos resultados sugieren que el gen ARHGAP11B podría ser responsable de la expansión de la neocorteza en el curso de la evolución humana. La neocorteza está involucrada en el control motor voluntario, la percepción, la cognición y comportamientos complejos en mamíferos, incluidas algunas habilidades humanas únicas, como el raciocinio y otras funciones que nos caracterizan. Sin embargo, además del aumento de glías y neuronas, el aumento de regionalización cortical y la complejidad de la conectividad neuronal son muy importantes y aunque sabemos que los animales con neocorteza grande y compleja tienen comportamientos más elaborados, aún falta mucho por entender.
El experimento se limitó a los fetos de titíes, debido a las consecuencias imprevisibles del gen humano en la función cerebral postnatal del tití. Hay dos preocupaciones éticas principales: a) si esta nueva estructura cerebral experimental tiene algún tipo de conciencia que deba ser considerada moralmente, b) cómo debería ser tratado el animal como resultado de la funcionalidad ganada por la información genética humana. Si desarrollan capacidades similares a la sensibilidad humana (sentir cosas como placer, dolor o angustia, almacenar y recuperar recuerdos, y tener una percepción de agencia o una conciencia de sí mismo).
La pregunta es si los animales con una neocorteza humanizada más desarrollada adquieren una conciencia similar a la humana. Aunque es difícil que estas estructuras cerebrales experimentales adquieran rasgos como la conciencia, los pensamientos y la cognición, hay evidencia experimental que exige que estas cuestiones se tomen en serio. Se avecina un problema en cuanto a cómo proceder. Si se decide que es moralmente permisible crear animales conscientes de sí mismos, el estado moral de tales animales deberá ser cuidadosamente considerado.