Es un hecho que la inteligencia artificial rápidamente se está integrando en nuestras vidas diarias. Desde los chatbots que actúan como servicio al cliente hasta el uso de ChatGPT para solicitar información o ayudar en tareas donde se requiera cierto análisis. Incluso en una red social de uso casi universal para quienes poseen un teléfono móvil, como Whatsapp, a través de la integración de Meta AI, una inteligencia artificial con la cual se puede interactuar de una manera similar a ChatGPT. En fin, es posible citar muchos ejemplos que ya parecen ser de conocimiento general.
Con menos notoriedad, sin embargo, hace ya un tiempo viene desarrollándose en Chile un modo adicional en que la IA se integrará a nuestra vida diaria: a través de la vigilancia. Es usual ver alrededor de la ciudad diferentes cámaras de seguridad instaladas, tanto públicas como privadas. El transeúnte común podría asumir, por lo general, que el acceso al contenido de dichas cámaras se limita al encargado de la propiedad en que está instalada. Y que mucho de ese contenido pasa desapercibido, a menos que un evento particular haga necesario escrutarlo con más minuciosidad, como en un delito por ejemplo.
Sin embargo, ambas presunciones serán modificadas en un futuro cercano, mediante la implementación del Sistema Integrado de Teleprotección con Inteligencia Artificial (SITIA), implementado por el gobierno de Chile y anunciado en 2023. Actualmente se celebran avances de dicho proyecto; en palabras del actual presidente de la república Gabriel Boric: “Chile contará con un Sistema Integrado de Teleprotección que utiliza la Inteligencia Artificial, y hoy puedo decirles que ese sistema es una realidad. Lo que estamos haciendo es reunir los flujos de cámaras de televigilancia públicos como privados en una única plataforma para su monitoreo. Eso nos permite prevenir delitos y reducir tiempos de respuesta ante su ocurrencia”.
Dicho brevemente, consiste en integrar las cámaras de vigilancia, públicas y privadas, en un único sistema de inteligencia artificial que permite acceder al contenido de todas las cámaras de manera centralizada. Esto agilizaría muchas tareas que son propias del orden público, como monitoreo del tráfico, detección de accidentes y delitos. Este sistema sería capaz, además, de detectar patentes, rostros, trayectos realizados por diferentes vehículos, árboles caídos, aglomeraciones de personas, etc. En suma, podría afirmarse que todo aquello que una inteligencia artificial puede detectar en imágenes y videos puede ser potencialmente detectado por este sistema integrado de cámaras de seguridad.
Muchos consideran esto una medida apropiada en torno a la percepción de una crisis de seguridad que ocurre en nuestro país. Sin embargo, otros podrían ver en esta tecnología el potencial para una vigilancia excesiva. Se podría considerar una suerte de panóptico, donde un solo vigilante observa todo sin ser observado. Además, con el poder de la inteligencia artificial nada pasaría desapercibido. Sería posible extraer información personal de las personas como sus trayectos frecuentes, rostros, domicilio, lugar de trabajo, reunión con otras personas, etc.
Ciertamente este tipo de información al servicio de la seguridad pública y en buenas manos puede ser muy fructífera. Sin embargo, en las manos equivocadas, puede ser una herramienta de persecución e intromisión en la libertad individual. Quizás evoca la posibilidad de llegar a una distopia de monitoreo en la cual cada movimiento del ciudadano es vigilado, lo que algunos quizás considerarían que es la situación de China.
Otros podrían argumentar que sistemas similares ya han sido implementados en otros lugares exitosamente, sin que se cumplan escenarios distópicos. Y, además, podrían agregar que mucha de la tecnología que ya usamos hoy en día nos vigila sin que lo sepamos. O que, incluso sabiéndolo, decidimos ignorarlo. Por ejemplo, la aplicación Google Fotos, presente en la mayoría de celulares Android, detecta rostros e incluso crea recuerdos de un día particular para el usuario. Por lo que tiene información de la identidad del usuario y sus contactos, de lugares que ha visitado o incluso de sus actividades en una fecha particular. También, es común que uno converse de un tema con un amigo y que luego la publicidad de diferentes apps nos muestre productos relacionados o incluso directamente nombrados en dichas conversaciones. La tecnología ya nos escucha y observa, y aparentemente los aceptamos sin mayor protesta.
Ambos puntos de vista evocan preocupaciones válidas que deben ser consideradas en la implementación de estas tecnologías. Sin embargo, quizás es necesario evitar que estas devengan en dos actitudes que pueden resultar inadecuadas para abordar la tecnología. La primera de ellas es la tecnofobia que consiste en un rechazo inmediato e irracional a todas las tecnologías, sin sopesar sus posibles beneficios y ventajas. La tecnofilia, por el contrario, consiste en una aceptación inmediata y acrítica de la tecnología, con cierta miopía respecto a sus posibles perjuicios y desventajas. Es importante, por tanto, siempre tener una atención racional a los riesgos y beneficios de la tecnología, contruyendo un marco normativo que permita tener en cuenta ambos aspectos de este poderoso fenómeno contemporáneo en el que ya estamos inscritos.
Fuentes: