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Opinión

Una inquietud sobre las tareas que vienen para la Bioética

20 de abril de 2023

¿Qué tan preponderante será el rol de la bioética, como disciplina, en las próximas décadas? La disciplina será vigente en la medida que continúe haciéndose cargo de las problemáticas de su objeto de estudio, atendiendo a los nuevos contextos y paradigmas en que surgen las nuevas preguntas para la disciplina. ¿Cuáles serán esas preguntas? No veo que sea fácil predecir cuáles serán las preguntas, pero lo que sí parece inevitable es que los contextos y los desarrollos técnicos, así como el nuevo conocimiento, representen el desafío para clásicos y nuevos dilemas. La Bioética se instala hace 50 años para asistir a la deliberación práctica de los problemas. Esa esencia la enfrenta a permanente cambio y necesidad.

En nuestra casa de estudios esa necesidad fue sabia y precozmente considerada por los fundadores del actual Centro de Bioética, quienes hace treinta años, con preclara visión, dieron vida a un cuerpo colegiado, cada vez más multidisciplinario y centrado en la oportunidad de dar luces, respuestas y orientaciones en temas que han sido de discusión nacional y de interés esencialmente práctico.

Lo que viene para los próximos años, son desafíos que arbitrariamente distinguiré en dos categorías. La primera es la continuidad de los temas que se enmarcan como emblemáticos de la bioética, me refiero a los problemas de inicio de la vida, fin de vida, adecuación de esfuerzos terapéuticos, investigación, docencia y otros de diaria discusión. El segundo grupo es el de los temas emergentes. Algunos de ellos se han instalado y empiezan a ocupar un lugar relevante en la discusión bioética, como la inclusión, la diversidad, la sustentabilidad, la medicina a distancia y otros muchos que, desde otras disciplinas, llegan o convocan a la bioética en tanto atraviesan o tocan en algún punto su objeto de estudio y atención. A veces los límites de nuestras definiciones son difusos.

En el primer grupo de temas es necesario aceptar que ninguno de ellos se resolverá categóricamente ni con los más amplios acuerdos, y seguirán siendo desafíos en tanto casos se presenten con dilemas humanos y, por ende, infinitos por su naturaleza. Estos seguirán requiriendo cada vez de mayores esfuerzos de la disciplina. Los contextos siempre serán cambiantes como la ciencia lo es, como la lex artis lo es y, especialmente, como la tecnología y el conocimiento lo son. El cambio finalmente puede ser el foco. Aquello que cambia obliga a su reconocimiento. De ahí que será una exigencia continua para la ética y la bioética todo aquello que cambia de su objeto o de sus contextos.

Para el segundo grupo de temas, hay un desafío aún mayor. Se parte de lo desconocido, lo completamente nuevo. Por cierto, no porque haya surgido una nueva realidad, sino por el salto significativo de su importancia e influencia en la vida de las personas. Un ejemplo ya no tan emergente, pero muy contingente es la reflexión ética sobre la Inteligencia Artificial, en sus infinitos usos y aplicaciones, muchas de ellas relacionadas con la medicina y la salud. Será una herramienta cotidiana que habrá de calibrar en su rol. ¿Quién y con qué valores se hará eso? En línea similar está la programación genética para crear soluciones. Ambos temas por separado ya son un desafío. ¿Qué vendrá cuando ambos eventualmente sean uno solo? Menciono estos dos temas solo como ejemplo entre muchos otros.

Puede parecer un escenario de ciencia ficción, como lo es nuestro presente para quienes pensaban el futuro de la bioética hace treinta o cincuenta años.

Un problema nuevo, o tal vez no tanto, es la vertiginosa e inimaginable aceleración exponencial del cambio. ¿Será posible anticipar lo que viene o al menos responder oportunamente a los desafíos?

Seguramente la respuesta es incierta. Mientras, el camino parece ser llevar la discusión del problema bioético al momento primordial, al momento de la creación, al momento de la formación de profesionales que liderarán los desarrollos, al origen mismo de los cambios. Se debe impregnar la creación de reflexión. El peligro de no hacerlo es llegar demasiado tarde para que la reflexión bioética, de verdad permita incidir en una nueva realidad. De lo contrario la Bioética sería una disciplina de análisis desprovista de su sentido práctico. Si no puede influir en el cambio y es solo análisis, habrá que llamarla de otra manera. El cambio y la velocidad del mismo son el desafío de la Bioética, si no el principal, aquel que permita abordar aún inciertos desafíos futuros. Tal vez justo ahí, en la oportunidad, está la respuesta a la pregunta que inicia esta reflexión.

 

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