Durante el año 2008 una innovación científica sin precedentes tuvo lugar, la creación de organoides cerebrales. En estricto rigor, se trata de cerebros muy pequeños, del tamaño de una semilla de sésamo, creados artificialmente a partir de células madre humanas. Estas células pluripotenciales se organizan en estructuras como las del cerebro humano y finalmente empiezan a mostrar neuronas con actividad eléctrica.
Los organoides cerebrales abren posibilidades de investigación del cerebro humano inaccesibles hasta su creación, dado que pueden replicar fases de su desarrollo y sus patologías que, de otra manera, serían imposibles de observar en un laboratorio. Las aplicaciones experimentales de estos pequeños cerebros son notablemente variadas, entre ellas el desarrollo de estructuras neuromusculares que efectivamente se contraen.
Sin embargo, las aplicaciones que más revuelo han causado comenzaron sobre todo en 2019, en el laboratorio de Alysson Muotri, de la Universidad de California. Muotri , donde han conectado los organoides a robots que caminan, han modificado su genoma con genes neandertales, los han utilizado como modelos para el desarrollo de inteligencias artificiales más humanas e incluso, recientemente, los han utilizado para experimentar el efecto de drogas que podrían utilizarse contra la Covid-19.
A pesar de que todo lo anterior , la aplicación más polémica de estos organoides se efectuó en agosto de 2019, cuando el grupo de Muotri reportó la creación de organoides cerebrales que mostraban actividad eléctrica coordinada, similar a la que presentan bebés prematuros. Estas señales de actividad coordinada se mantuvieron por meses, hasta que el experimento fue dado de baja.
Lo sorprendente es que este tipo de actividad neuronal es una de las propiedades del cerebro consciente, aunque todavía no alcanza a producir consciencia propiamente tal, es probablemente lo más cercano que hemos llegado a producir un ser orgánico artificial y consciente, posibilidad que antes parecía solo privativa de la ciencia ficción.
Recientemente, todas estas posibilidades han traído cuestionamientos éticos sobre cómo deben ser ejecutados los experimentos con organoides cerebrales, de tal manera de ponerles limitaciones morales. El hecho es que, si se permite que las células madre sigan organizándose, de tal manera que ahora repliquen zonas del cerebro asociadas a las funciones humanas superiores, quizás, y muy enfáticamente “quizás” lleguen a producir pequeños cerebros con consciencia, porque además no tenemos formas de medir o comprobar empíricamente esta capacidad que para nosotros es tan común.
En caso de que los organoides efectivamente adquieran consciencia, implicaría no solo una revolución científica, sino que tendría profundas consecuencias antropológicas ¿Qué son esos cerebros que están ahí? ¿Seres humanos? ¿Lo que hace que un ser humano sea tal, es un tipo de cerebro? ¿En caso de adquirir consciencia, adquieren los derechos que asignamos a la personas? ¿Podríamos seguir experimentando con ellos? En fin, serían todas las consecuencias de que la humanidad, por primera vez, cree a otro ser consciente.
Gabriel Vidal Quiñones
Crédito Fotográfico: Madeline Lancaster/MRC-LMB
Fuentes:
Cerebral organoids produce brain waves similar to newborns’. (2019, agosto 29). STAT. https://www.statnews.com/2019/08/29/in-a-first-cerebral-organoids-produce-complex-brain-waves-similar-to-newborns-reviving-ethical-concerns/
How to Be Humane to a Lab-Grown Brain. (s. f.). Wired. Recuperado 3 de noviembre de 2020, de https://www.quantamagazine.org/an-ethical-future-for-brain-organoids-takes-shape-20200123/
Neuromuscular organoid: It’s contracting! (s. f.). Recuperado 3 de noviembre de 2020, de https://www.mdc-berlin.de/news/press/neuromuscular-organoid-its-contracting
Reardon, S. (2020). Can lab-grown brains become conscious? Nature, 586(7831), 658-661. https://doi.org/10.1038/d41586-020-02986-y