El avance continuo del cambio climático y sus consecuencias ecológicas es una preocupación constante de nuestra época. Esta situación llama a tomar medidas urgentes de mitigación y adaptación. Por un lado, adaptarnos a los cambios ya irreversibles como cierto aumento del nivel del mar y el aumento de temperaturas permanentes en ciertas zonas. Por otro lado, tratar de frenar el avance de las emisiones de CO2 mediante la disminución del uso de combustibles fósiles y otras actividades emisoras de gases de efecto invernadero, como la quema de carbón para la producción de electricidad. Sin embargo, las altas necesidades energéticas del mundo contemporáneo parecen requerir todavía de energías de acceso fácil y la transición a las energías renovables es un proceso muy largo que quizás no llegue a tiempo para frenar las consecuencias más catastróficas del cambio climático.
Frente a esta situación, muchos investigadores y tomadores de decisiones han estado explorando la posibilidad de tomar cartas más radicales en el asunto a través de la geoingeniería. Se trata de innovaciones tecnológicas que se proponen alterar directamente dinámicas geofísicas para frenar o absorber las emisiones de CO2 o, mediante otros mecanismos, disminuir las altas temperaturas de la Tierra. Muchas de ellas ya las hemos explorado en Bioeticalab. Por ejemplo, para bajar las temperaturas de la atmósfera, se ha propuesto aumentar la reflectividad de las nubes, para que actúen como una especie de pantalla solar. También se ha propuesto aumentar las concentraciones de hierro en el mar, para aumentar la producción de una microalga que absorbe grandes cantidades de CO2 y la sepulta en el fondo marino al morir.
Sin embargo, es necesario considerar que las dinámicas terrestres son altamente sistémicas: una alteración de un factor produce modificaciones en toda una cadena de factores interconectados. En este sentido, las intervenciones de geoingeniería pueden tener consecuencias inesperadas mucho más allá de su función prevista. Además, predecir cuales pueden ser estas consecuencias es una tarea casi imposible: requiere tener a mano toda la constelación de factores terrestres. Por esto, cada intervención es, al fin y al cabo, una apuesta.
Frente a esto, muchos investigadores han señalado los posibles peligros de hacer estas intervenciones y las consideran un distractor de mitigar el problema real. Su argumento es que, precisamente lo que nos llevó a la situación de crisis ecológica ha sido intervenir en exceso en las dinámicas de la naturaleza, las cuales abandonadas a su propio curso debiesen alcanzar un estado de equilibrio ecológicamente favorable.
Sin embargo, aquí aparece un presupuesto que tiene una profundidad filosófica impresionante. Parece que asumir que hay algo así como una naturaleza inalterada es asumir que, sin el ser humano, hay una especie de armonía pre-establecida en la naturaleza. Sin embargo, la misma hipótesis Gaia, que en su versión más radical considera al planeta como un ser vivo, admite que la biota desde siempre ha producido modificaciones considerables en las variables geofísicas. Nosotros también somos biota. En rigor, nosotros no somos diferentes, solo que nuestro grado de intervención es mucho más notorio ¿Es el ser humano realmente distinto de la naturaleza si, en rigor, hemos nacido de ella? ¿Son nuestras intervenciones, aunque ecológicamente desfavorables, realmente antinaturales? ¿Hay, sin el ser humano, una especie de armonía perfecta en la naturaleza? Estos presupuestos parecen rondar en los detractores de la geoingeniería, en cuanto se opone a una supuesta armonía de la naturaleza. Pero lo que debiese importarnos, realmente, es si soluciona o no los efectos y las causas del cambio climático. En rigor, no sabemos. Quizás la geoingeniería soluciona los problemas ecológicos, y a pesar de ser “antinatural” resulta ser favorable para los ecosistemas. Quizás no. No lo sabemos.
Gabriel Vidal Quiñones
Fuentes:
https://www.preventionweb.net/news/study-weighs-risks-climate-geoengineering
https://www.oneearth.org/marine-geoengineering-a-dangerous-distraction-from-real-climate-action/
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