Luca Valera es doctor en filosofía y bioética por por la Università Campus Bio-Medico di Roma. Es un investigador destacado y de amplia trayectoria en los ámbitos de la bioética, ética ambiental y filosofía de la tecnología. Sobre este último tema, su reciente libro Espejos ahonda profundamente, mostrando las dimensiones antropológicas de la tecnología.
G: Muchas gracias por esta conversación, Luca. La primera pregunta, quizás algo accesoria considerando tu opinión ¿Qué es el transhumanismo?
L: El transhumanismo es el proyecto del mejoramiento humano mediante la tecnología. Se refiere al deber moral de reducir el sufrimiento y aumentar el bienestar humano mediante avances tecnológicos que eliminen el dolor, la enfermedad e incluso la muerte. El ser humano, manipulando su propia evolución, puede volverse transhumano y así alcanzar la promesa del bienestar.
G: Tu afirmas que el transhumanismo es una narración mítica o, incluso, más radicalmente, que no existe ¿Puedes ahondar un poco en esas ideas?
L: En efecto, el transhumanismo es una narración mítica en el sentido de que no describe la realidad tal como es ni como fue, sino que proyecta una narración hipotética y futura en la cual la tecnología está al servicio del proyecto del mejoramiento humano. Sin embargo, el futuro es totalmente incierto, y en este sentido el transhumanismo no es más que la expresión de una esperanza o quizás una fantasía literaria. Y esta esperanza de que la técnica o la tecnología permitirán la felicidad humana no es nueva. El transhumanismo no es nada más que la forma contemporánea de este mito.
G: Y, en cuanto mito ¿Es una narración útil o más bien perjudicial?
L: Recientemente he reforzado mi posición, porque el modo en que ha avanzado la tecnología muestra que el transhumanismo es, además, una narración inútil. En primer lugar, el transhumanismo parte de una noción de tecnología como medio, o como herramienta mediante la cual el ser humano autodirige su evolución. Sin embargo, me parece que el modo más correcto de entender la tecnología en la actualidad es como Medio, con mayúscula. Porque la tecnología se ha vuelto nuestro entorno, nosotros somos entidades humanas insertas en un entorno tecnológico. Y, cada vez más es este entorno el que nos dirige, desde fuera, imponiéndonos su propio programa. El transhumanismo, por tanto, es una narración inútil, puesto que no describe adecuadamente la radicalidad de la era tecnológica. No es que dirijamos a la tecnología desde dentro, sino que ella nos dirige desde fuera.
G: Pero, que sea inútil no es lo mismo que sea inexistente ¿Cómo llegamos a su inexistencia?
L: En efecto, me refiero a que no existe en el siguiente sentido. Es una narración inventada, uno de muchísimos o infinitos modos que pudiese tomar el futuro. No nos dice como el mundo es, ni siquiera es una predicción basada en datos. Es una ficción que imagina cómo pudiese ser el futuro, pero ya no es muy plausible, dado que se basa en presupuestos incorrectos. Por ejemplo, como ya expliqué, que la tecnología es una mera herramienta, en vez de un entorno que nos precede. El transhumanismo, además, asume una reducción de la naturaleza a mera materia y que es posible autodirigir la evolución. Presupuestos que son, cuando menos, dudosos. A lo que voy, no hay posible correlato empírico al proyecto transhumanista. No es algo que exista, es algo que está pendiente de alcanzar la existencia y, aparentemente, la situación actual de la tecnología no hace más que alejarnos de su concreción.
G: A la luz de todo esto ¿Qué sucede con el transhumanismo como proyecto?
L: El proyecto transhumanista parece haberse debilitado notablemente. Por ejemplo, recientemente, después de 19 años, cierra “The Future of Humanity Institute”, el instituto de la Universidad de Oxford dirigido por Nick Bostrom. Supuestamente, por exceso de burocracia. Ciertamente es un hito importante el cierre del principal centro transhumanista, pero en su historia suscitó una importante reflexión sociológica y filosófica. A pesar de su debilitamiento seguirá siendo influyente al menos por un tiempo.
G: Muchas gracias, Luca.
L: Un placer.