La filósofa alemana Hannah Arend distinguió con mucha lucidez tres fases distintivas de la vida humana. La labor, el trabajo y la acción. La labor son las actividades que debemos llevar a cabo para sobrevivir, para atender a nuestras necesidades biológicas: comer, beber agua, guarnirse del frío, etc. Luego, precisamente para que la labor deje de ser una carga, está el trabajo. Es la actividad mediante la que el ser humano crea toda la gigantesca infraestructura para que satisfacer la labor ya no sea un problema: los edificios, las casas, las calles, los templos, etc. Es aquel mundo durable que el ser humano crea, en contraste con la inmediatez de la satisfacción de necesidades biológicas. Y, por último, la acción, es aquella actividad en la que el ser humano se involucra en la vida política y pública, decidiendo en conjunto con otros su propio destino y el de los otros. Junto con la vida contemplativa, en la que nos dedicamos a la contemplación de la belleza y a la búsqueda del conocimiento, entre otras cosas, la acción parece ser la forma más alta de la vida humana y donde reside nuestra verdadera vocación. Mientras que en la labor y el trabajo pareciera que nos ocupamos de sobrevivir, en la acción por fin podemos ocupar de vivir. En ocuparnos de lo realmente humano.
De alguna manera, el ser humano durante toda su historia parece haber estado buscando formas de facilitarse y, eventualmente, quitarse de encima el penoso peso que supone la labor. La agricultura permitió, en un primer paso, alivianar la carga que suponía la caza y la recolección para la satisfacción del hambre. Luego, la revolución industrial, supuso un grado tan exagerado de producción de bienes que traía, nuevamente, la promesa de alivianar aún más la carga de la labor, de tener que satisfacer primeras necesidades. Sin embargo, los resultados de esta gigantesca infraestructura nunca han podido ser disfrutados en el mismo grado por todos los seres humanos. Mientras algunos seres humanos tienen la fortuna de nacer en circunstancias de abundancia y material, siempre hay otros seres humanos en los que recae el peso de labor. Mientras algunos podemos dedicarnos a escribir artículos, estudiar una carrera o contemplar series de Netflix, otros seres humanos deben dedicarse a tortuosas y repetitivas labores manuales. Un ejemplo claro, son las condiciones de trabajo tortuosas de las industrias chinas, por ejemplo, en la fabricación de ropa, tecnología y otros artilugios; o las personas que tienen que encargarse de labores peligrosas, como la construcción y mantención de edificios, manejos de residuos y basura, etc.
Por otra parte, el desarrollo reciente de la inteligencia artificial y su creciente uso en la industria y el comercio, han traído consigo un nuevo factor: la automatización de la industria. Lo que hace usualmente un ser humano, puede hacerlo una máquina automatizada. Tanto es así, que alguno consideran que esta etapa supone una revolución digital que nos llevaría a una cuarta revolución industrial, en la que la industria alcanza un poder y una eficiencia nunca antes visto en la historia humana.
En principio, esto se ha interpretado como una amenaza y ha generado miedo. Una inteligencia artificial puede ejecutar labores que usualmente ejecutan seres humanos, como procesamiento de datos, organizar una agenda, etc. Además, una fábrica automatizada, puede crear una variedad de objetos con creciente independencia de trabajadores humanos. La amenaza de desempleo que implica esto es preocupante.
Sin embargo, algunos también lo interpretan precisamente desde la vereda opuesta: si la inteligencia artificial y la automatización de la industria se implementan completamente, si dejamos a cargo de las máquinas todos estos trabajos repetitivos y tortuosos, entonces podríamos liberar a la humanidad completa de la labor. Ya nadie tendría que realmente trabajar para comer, beber y guarnirse del frío, lo haría alguna máquina automatizada. Con esto toda la humanidad queda libre para dedicarse a su verdadera vocación, en el ocio, la contemplación y la acción. En la vida política, la investigación, del deporte, el arte y el esparcimiento. Es la promesa del estado de bienestar para todos, a cargo de autómatas en las que recae el trabajo y la labor.
¿Es posible esto a nivel técnico? ¿Es capaz la tecnología de remplazar todas las labores que el ser humano necesita para sobrevivir? Incluso si es posible, ¿podemos confiar en ella? ¿La automatización de la labor gracias la IA es realmente una utopía de la abundancia? ¿Es esta una esperanza ingenua? ¿Es una posibilidad real que, sin embargo, viene con un costo que desconocemos?
Gabriel Vidal
Fuentes:
https://www.ibm.com/es-es/topics/industry-4-0
https://link.springer.com/article/10.1007/s12652-020-02521-x
https://link.springer.com/chapter/10.1007/978-3-319-05624-1_2
https://link.springer.com/chapter/10.1007/978-94-009-3565-5_2
https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/B9780080293486500269
Creditos imagen: https://geniotic.es/automatizacion-industrial-que-es/