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Actualidad

El destructor de mundos: un giro copernicano para la ética

27 de septiembre de 2023

Nota: contiene spoilers de la película Oppenheimer

 

Recientemente se ha estrenado la última película de Christopher Nolan Oppenheimer, un éxito de taquilla. La película trata sobre la biografía del físico norteamericano Robert Oppenheimer y de cómo éste llega a convertirse en el director del proyecto Manhattan, uno de los tantos proyectos armamentísticos que, a finales de la segunda guerra mundial, intentaban crear armas de destrucción masiva, cuyo resultado fue la conocida bomba atómica. El poder destructor de esta arma era algo desconocido para la humanidad. En un abrir y cerrar de ojos, podía causar un daño más que fatal en un radio kilométrico, dejando prácticamente destruida una ciudad, al mismo tiempo que producía la evaporación casi instantánea de las personas cercanas a la explosión. Si no, la muerte tardía por radiación donde las flamas radiantes de la explosión no llegaban. Todos los miembros del proyecto Manhattan, el cual había instalado una base militar en Nuevo México para desarrollar y testear la bomba, por fin pudieron ver su poder destructivo en una prueba realizada en un terreno desierto. Al observar la luz enceguecedora, su poder destructivo y la gigantesca nube de fuego que produjo la bomba, Oppenheimer se percata de lo que había hecho: se había convertido en el destructor de mundos. 

El resto es historia: dos bombas atómicas fueron lanzadas por Estados Unidos en las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki. La película señala cómo Oppenheimer sentía gran pesar y culpa por la masacre en estas ciudades, pero le parecía que este mal obedecía, quizás, a un bien mayor: la rendición de Japón supuso el fin de la guerra y, sobre todo, le hacía a Oppenheimer sostener una esperanza: la aparición de armas de destrucción masiva hace que iniciar una guerra suponga la destrucción del mundo y, por tanto, el coste de los conflictos bélicos es demasiado alto como para siquiera pensar en iniciarlos. El calibre de esta amenaza hizo pensar a Oppenheimer que estos bombardeos supondrían el inicio de una paz mundial basada en el deseo de no destruir el mundo. Hoy en día, sin embargo, muchos países como China, Estados Unidos y Rusia siguen desarrollando armas de destrucción masiva aún más poderosas y existe mayor cantidad de este tipo de bombas que nunca en la historia. Aun así, las únicas bombas de destrucción masiva que han sido lanzadas en toda la historia fueron las de Hiroshima y Nagasaki, de parte de Estados Unidos. Es difícil decir si la esperanza de Oppenheimer se ha cumplido. Quizás no se han lanzado más bombas atómicas, pero las guerras han continuado; lo demuestra de forma evidente la guerra actual entre Rusia y Ucrania y sus consecuencias globales. 

Sin embargo, hay que preguntarse, ¿a qué mundo nos referimos cuando hablamos de la destrucción del mundo? Es evidente que si nos referimos al planeta tierra no somos destructores de mundos. La corteza terrestre puede ser bombardeada y quemada, pero el gigantesco cuerpo celeste que es nuestro planeta seguirá persistiendo. El mundo con el que acabaríamos en este caso es el mundo que nosotros habitamos. Esa delicada, pero resiliente parte del planeta tierra que ha sobrevivido y evolucionado por millones de años: la biósfera. No podemos destruir el planeta, pero sí la biósfera, es decir nuestro mundo o, en otras palabras, la naturaleza

Esta situación es históricamente inédita para el ser humano. Como Hans Jonas señaló, antes del desarrollo gigantesco de la tecnología que llevó, entre otras cosas, a la creación de la bomba atómica, para el ser humano la naturaleza era un trasfondo vasto, inagotable e indestructible. No importaba cuanto sacáramos de ella o cuánto modificáramos nuestro entorno: la naturaleza siempre se mantenía constante e inagotable. El ser humano simplemente estaba a merced de ella, siendo indefenso frente a catástrofes naturales y a ciclos de sequía y abundancia. 

Sin embargo, con la bomba nos hemos convertidos en destructores de mundo. Por primera vez hemos invertido nuestra relación con la naturaleza. Ahora no somos solo vulnerables frente a la naturaleza, sino que esta también es vulnerable frente a nosotros, como lo demuestra, según muchos, la crisis ecológica. La naturaleza ya no es inagotable ni invulnerable.

Esto supone un giro copernicano para la ética. De la misma forma que antes se creía que la tierra era el centro del universo (en vez del sol), la ética previa a nuestra era solo giraba en torno al ser humano. Se trataba de comportarse bien a nivel interpersonal, de no cometer faltas frente a otros seres humanos y, por otro lado, sobre el bienestar y la felicidad humanas. Pero con la posibilidad de la destrucción de nuestro mundo, lo no humano se vuelve una preocupación moral relevante. Todos los agentes no humanos, las plantas, los animales, los ecosistemas, la biósfera, en suma, todo nuestro mundo. Con esto comienza una nueva era de la ética. De estas ramas, precisamente la ética de la tecnología, la ética ambiental, la ética animal y la bióetica constituyen reflexiones morales en torno a lo no-humano. Entonces, de la misma manera que Copérnico descarta el geocentrismo y plantea el heliocentrismo, pareciera que nuestras nuevas capacidades inauguran una ética no antropocéntrica: abierta a considerar moralmente tanto lo humano como lo no humano, tanto lo biótico como lo abiótico. Animales, plantas, el océano, montañas y toda clase de entidad humana que pueda suscitar cuidado. 

Quizás, la esperanza de Oppenheimer, sobre una paz en la tierra basada en la amenaza de la destrucción, no ha llegado, pero al parecer el destructor de mundos ha ampliado la ética a la consideración de lo no humano. 

 

Algunas preguntas: 

¿Tiene el ser humano el poder para destruir el mundo? ¿Es la naturaleza infinita e inagotable? ¿Está la naturaleza por sobre el ser humano o el ser humano por sobre la naturaleza? ¿La ética se trata solo sobre lo humano o también sobre lo extrahumano? ¿Es posible una paz bajo la amenaza de la destrucción del mundo? ¿Es lícito matar a muchos para terminar una guerra o alcanzar la paz?

 

Fuentes:

https://historia.nationalgeographic.com.es/a/robert-oppenheimer-padre-bomba-atomica_16642

https://intotheclarities.com/2019/06/22/excerpt-27-hans-jonas-on-three-consequences-of-the-cosmological-revolution-of-early-modernity/

https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC7393923/

https://www.nytimes.com/es/2023/07/30/espanol/oppenheimer-quien-es.html

http://www.saocamilo-sp.br/pdf/bioethikos/71/171-193.pdf

 

 

Creditos imagen:

https://www.smithsonianmag.com/history/the-real-history-behind-christopher-nolans-oppenheimer-180982529/

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