Diagnosticar la muerte: la «zona difusa» entre la vida y la descomposición
María Alejandra Carrasco y Luca Valera
13 de abril de 2020
Abstract:
Este trabajo tiene como objetivo determinar si es necesario proponer el extremo de la putrefacción como el único signo inconfundible en el diagnóstico de la muerte del organismo humano, como lo hace David Oderberg en un artículo reciente. Con ese fin, comparamos las afirmaciones de Oderberg con las de otros autores que se alinean con él al abrazar la llamada teoría del hilomorfismo pero que defienden un criterio neurológico o circulatorio-respiratorio para la muerte. Luego establecemos qué interpretación de los fenómenos biológicos es la más razonable dentro del marco metafísico del hilomorfismo. En este sentido, sostenemos que la tecnología no oscurece la diferencia entre la vida y la muerte ni afecta a seres metafísicamente anómalos, como los cuerpos humanos vivos que no son organismos o animales de la especie humana que están informados por un alma vegetativa, sino que exige una mirada más cercana y cuidadosa a la “zona borrosa” entre un organismo sano (vivo) y un cadáver en descomposición. A la luz del hilomorfismo, concluimos que los criterios neurológicos y circulatorio-respiratorios no son buenos instrumentos para diagnosticar la muerte, ya que solo pueden ofrecer pronósticos probabilísticos de muerte. De los dos, la muerte cerebral está más lejos del momento de la muerte, ya que simplemente predice un paro cardíaco que probablemente resultará en la muerte. La putrefacción, el criterio que propone Oderberg, está en el extremo opuesto del área borrosa. Este es sin duda un verdadero diagnóstico de muerte, pero no es necesario esperar a la putrefacción propiamente dicha —una etapa de descomposición relativamente tardía— para estar seguro de que la muerte ya ha ocurrido. En cambio, los primeros fenómenos cadavéricos demuestran que la materia que compone un cuerpo está sujeta a las fuerzas básicas que gobiernan toda la materia en su entorno y, por lo tanto, ha sucumbido a la corriente universal de entropía, lo que significa que la actividad resistente a la entropía ha dejado de constituir una unidad orgánica. Cuando esta unidad se pierde, no hay posibilidad de retorno.
Referencia:
Carrasco, M. A., & Valera, L. (2021). Diagnosing death: The “fuzzy area” between life and decomposition. Theoretical Medicine and Bioethics. https://doi.org/10.1007/s11017-021-09541-4