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Opinión

Dar la vida en tiempos de pandemia

15 de abril de 2020

Cuando las circunstancias lo requieren, constituye un gesto heroico dar la muerte para que otro pueda seguir viviendo. Eso fue lo que hizo el sacerdote Maximiliano Kolbe cuando estaba preso en Auschwitz, en 1941, y se ofreció para ser asesinado en lugar de otro prisionero judío, casado y con hijos. Actualmente, casi un siglo más tarde y en medio de la pandemia del coronavirus, algunas personas de la tercera edad han manifestado públicamente su voluntad de ceder desde ya, a un paciente más joven, el ventilador mecánico que les podría tocar si ellas enfermaran. La aparente similitud de estas dos situaciones ha hecho que muchos aplaudan, y otros repliquen, la determinación de estos ancianos. Pero un análisis más cuidadoso muestra que la similitud es solo aparente, y que a pesar de la buena voluntad de estas personas, su gesto puede provocar más males que bienes.

La diferencia fundamental entre estos casos se relaciona con el criterio de selección y la idoneidad de los elegidos. En Auschwitz, al gendarme alemán le ordenaron ejecutar a 10 prisioneros de esa barraca, por lo que cualquiera era igualmente idóneo. En términos exclusivamente formales, elegir a uno u otro era igualmente “racional”. Por el contrario, en caso de que una pandemia vuelva insuficientes los ventiladores mecánicos disponibles para todos los enfermos de un momento determinado –como por desgracia en algunos lugares ha sucedido– el criterio no es “cualquier paciente es idóneo”. En este caso la decisión racional, que es también la más justa y moralmente justificable, es la que depende del juicio médico que considera la situación global de cada paciente, atendiendo especialmente al pronóstico según su gravedad, comorbilidades, etc. [1] Las elecciones que se basen en otros criterios, como características puntuales del enfermo (edad, raza, posibilidad de pagar, profesión…) o que se dejen al azar, implican una discriminación arbitraria, y por lo mismo, injusta. En consecuencia, los ancianos que hoy ceden a priori sus ventiladores, están solicitando, sin darse cuenta, que los médicos actúen arbitrariamente. Si llegado el momento el paciente joven tiene más posibilidades de salir adelante, el respirador se le asignará de todas maneras. Si, en cambio, ese paciente tiene incluso menos probabilidades de recuperarse que el adulto mayor, darle a él el respirador sería irracional pues ninguno de los dos sobreviviría.

Por otro lado, hay que recordar que no todo “dejar morir” es moralmente lícito. Cuando es posible hacer algo por salvar una vida, y no se hace, se es culpable por omisión (como si pudiendo auxiliar a los heridos de un accidente se pasara de largo). Y no es justo solicitar a los médicos que se abstengan de cumplir con su deber. Asimismo, publicitar estas decisiones también presiona a otras personas mayores que se empiezan a sentir egoístas por querer seguir viviendo…

Aunque es heroico ofrecer morir en vez de otro cuando esto se necesita, todavía es más heroico dar la vida cada día, con gestos menos brillantes quizás, pero siempre necesarios, y cuya sumatoria va construyendo el país más humano que todos queremos.

1.- Orientaciones éticas para decisiones médicas en contexto de pandemia en Chile (https://bioeticalab.uc.cl/wp-content/uploads/2020/03/Centro-de-bioética-ORIENTACIONES-ÉTICAS-PARA-DECISIONES-MÉDICAS-EN-CONTEXTO-DE-PANDEMIA-EN-CHILE-1.pdf)

 

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